La industria textil es la segunda más contaminante, después del petróleo
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Burberry, la marca británica reconocida por la gabardina que usaron los soldados ingleses en las dos guerras mundiales, cuida su marca de un modo bastante peculiar: quema sus excedentes. En 2017, se estima que la casa de moda británica quemó 33,7 millones de dólares en ropa, accesorios y perfumes. En los últimos cinco años, la cifra de productos destruidos asciende a 116,8 millones. Además del insulto a aquellos cuyos bolsillos están más interesados en llegar a fin de mes que en comprar uno de sus productos, los grupos ecologistas han puesto el grito en el cielo con esta medida: «A pesar de sus altos precios, Burberry no muestra respeto por sus propios productos ni por el arduo trabajo y los recursos naturales que se utilizan para fabricarlos», dijo Lu Yen Roloff, de Greenpeace a BBC. «La cantidad cada vez mayor de sobrantes apunta a la sobreproducción, y en lugar de frenar su producción, incineran la ropa y los productos en condiciones perfectas. Es un secreto sucio de la industria de la moda», concluía el activista.
Lo cierto es que la moda tiene más secretos sucios. Y contaminantes. De hecho, la industria textil es la segunda más contaminante del planeta después de la petrolera. Para producir los pantalones vaqueros que lleva puestos, se necesitaron alrededor de 10.000 litros de agua, una cantidad mayor a lo que bebería un ser humano en 10 años. Además, la industria produce el 20% de las aguas residuales y el 10% de las emisiones de carbono en el mundo, esto es más que todos los vuelos internacionales y los barcos de carga combinados, según un comunicado de la ONU.
Los otros materiales que llevan sus pantalones, como el poliéster, el nailon o el acrílico, vierten hasta medio millón de micro plásticos anualmente en los ríos que terminan en nuestros océanos afectando los ecosistemas marinos. Y cada vez más, los “tiempos de vida” de nuestras prendas son relativamente cortos y hasta el 85% de los textiles son desechados en vertederos, o incinerados, causando aún más contaminación.
Ropa limpia, mar contaminado
Y no solo al fabricarla, también su mantenimiento le sale caro al medioambiente. En un estudio de la Universidad de Plymouth (Reino Unido), descubrieron que la ropa de poliéster y acrílico arrojaba miles de fibras plásticas tóxicas con cada colada, enviando otra fuente de contaminación plástica por el desagüe y, finalmente, hacia el océano. Según el trabajo, lavar seis kilos de tela, libera 140.000 fibras de mezcla de poliéster y algodón, casi medio millón de fibras de poliéster y más de 700.000 fibras de acrílico.
Greenpeace lanzó la Campaña Detox, con el fin de analizar la efectividad de 19 grandes marcas de ropa en la eliminación del uso de sustancias tóxicas de su cadena de suministro. La organización analiza y evalúa exclusivamente el nivel de compromiso que las empresas han desarrollado en referencia a unos criterios clave que incluyen la eliminación de conocidas sustancias peligrosas de sus productos y procesos de producción, la divulgación de información sobre la contaminación y la publicación de su lista de proveedores. Según los resultados, obtenidos bajo estos criterios, la española Inditex (propietaria de Zara), H&M y Benetton son la únicas tres empresas textiles que están “a la vanguardia” en el camino de limpiar su producción, como prometieron, para 2020. Mientras, Victoria’s Secret y Esprit y las marcas de ropa deportiva Nike y LiNing, no han seguido los pasos necesarios para alcanzar el objetivo.
Para ayudar al planeta la primera solución que nos viene a la cabeza es la más simple (y, probablemente la más eficaz): reducir el consumo. Realizar inversiones más inteligentes, duraderas y sostenibles; reflexionar sobre la cantidad de productos textiles que compramos o abonarse al ciclo del reciclaje, comprando, por ejemplo, en tiendas de segunda mano, o ropa hecha con materiales reciclados, le ahorraría sufrimiento al planeta.
Vestir con la basura
Otras ideas para reducir el impacto se enmarcan en lo que se viene a llamar moda ecológica o moda sostenible, dentro de la cual podemos encontrar prendas hechas con fibras naturales procedentes del cultivo ecológico o fibras recicladas, tintes naturales no tóxicos o procesos de fabricación de bajo impacto ambiental. Una de estas ideas es Trash-2-Cash, un proyecto de investigación financiado por la UE cuyo objetivo es crear nuevas fibras regeneradas a partir de residuos preconsumo y postconsumo. “La idea de reciclar desperdicios textiles ha sido popular durante décadas, pero los métodos mecánicos actuales brindan telas de baja calidad, adecuadas solo para aplicaciones industriales como el aislamiento”, explican en su web.
“Trash-2-Cash (T2C) propone un nuevo modelo en el que el papel y los residuos textiles se reciclan químicamente, lo que da como resultado tejidos con la misma calidad que los materiales nuevos, para fabricar productos que sean replicables industrialmente e infinitamente reciclables”, continúan. El proyecto consiste en que diseñadores, científicos y expertos en materiales colaboren juntos durante tres años, para diseñar materiales industriales de alta calidad a partir de los desechos de materiales como celulosa y poliéster, ofreciendo a las empresas de diversas industrias (moda, interiores, automóviles y otros productos de lujo) nuevas opciones de fibra ecológica.
Cambiar de materias primas
La mejor elección de la materia prima también es crucial para un menos impacto de lo que vestimos. Se han creado marcas como Piñatex, que ha diseñado un tipo de tejido natural, con un aspecto similar al cuero, a partir del uso de las fibras procedentes de las hojas de piña. En su producción, las fibras son extraídas de las hojas durante un proceso llamado decorticación, que, según la compañía, es realizado en la propia plantación por la comunidad de agricultores. “Además, el producto derivado de este proceso es biomasa que puede ser convertida a su vez en fertilizante orgánico y biogás” explican.
Por su parte, la iniciativa Forest For Fashion (Bosques para la moda) propone fabricar tejidos a partir de madera de especies como el eucalipto, el abeto y el haya. Los productos de origen forestal (madera, papel, corcho, setas, resinas, esencias…) que garantizan a los consumidores que están comprando productos de bosques gestionados sosteniblemente, estarían certificados por PEFC, el sistema de certificación forestal más implantado en el mundo.
El proyecto parte de una alianza de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa y el Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura con PEFC, y “demuestra que los bosques pueden ser la solución para que la industria de la moda deje de aportar a la polución mundial”, explican en un comunicado. Afirman que, escogiendo PEFC, los compradores pueden ayudar a combatir la tala ilegal y fomentar las principales funciones que ejercen los recursos forestales, tales como el mantenimiento de numerosos ecosistemas y diversidad biológica, y el sustento económico de las poblaciones rurales.
Un añadido de esta iniciativa es que tienen en cuenta no solo el impacto ambiental, sino también social de sus productos. “En el eslabón productivo, la moda es a menudo un sinónimo de condiciones de trabajo peligrosas, procesos inseguros y sustancias peligrosas, así como crueles abusos, esclavitud moderna y trabajo infantil. Es por ello por lo que para que una prenda sea realmente sostenible, las empresas además deben respetar los derechos del trabajador”, concluyen.
Construir con lo que desechamos
Además de sector de la moda, el de la construcción tiene un elevado impacto en el consumo energético y en las emisiones de CO2 a la atmósfera. Pensando en esto, investigadoras de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM, España) han logrado crear materiales que reducen el impacto de ambas industrias. A partir de materiales textiles en desuso, han desarrollado paneles para divisiones interiores que pueden ser utilizados tanto en obra nueva como en la rehabilitación de edificios. Con ello, no solo mejoran las condiciones térmicas y acústicas de las edificaciones, sino que reducen el impacto energético asociado a la producción de materiales de construcción y las emisiones de gases de efecto invernadero.
Pero para colaborar realmente con el medioambiente, Richard Blackburn, jefe del grupo de investigación de materiales sostenibles de la Universidad de Leeds (Reino Unido) en otro artículo de BBC, insiste en la idea intuitiva de consumir menos. «No puedo enfatizar lo suficiente sobre el cambio radical que supondría la sostenibilidad si compramos menos prendas por año, las usamos por más tiempo y las tiramos con menos frecuencia».
Beatriz de Vera
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, tecnología que suma.
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