Humanoides influencers e inteligencia artificial: ¿Una tendencia real o ciencia ficción lejana? [OPINIÓN]

A quién no le fascina la robótica, los avances futuristas y las películas que nos enseñan las últimas tecnologías que nos depararán el futuro. El cine tiene un gran componente de evangelización de la sociedad, para de algún modo prepararnos y educarnos paulatinamente, sobre el porvenir. Mi última serie de culto, West World o la película Her de Spike Jonse, tienen mucho que ver con los aspectos éticos que nos plantearemos en la relación robot-humano y cómo serán los cambios sociológicos que nos enfrentaremos.

Hace poco me consultaron algunos medios sobre mi opinión acerca del que sin duda es una tendencia en alza: ¿Habrá robots influencers?. Gracias al debate iniciado por El País, NTN24 o Marketing Directo, he querido compartir algunas reflexiones adicionales.

Como había indicado, personalmente creo que actualmente no hay una tecnología o influencer digital que sea capaz de interactuar con los seres humanos, generar contenidos y transmitir experiencias adaptadas en las redes sociales. Es cierto que corporaciones como Google, Instagram o Facebook ofrecen contenidos y publicidad adaptada al perfil y comportamiento de sus usuarios. Sin embargo, en cuanto al perfil de la “Influencer Robot” Miguela Sousa o de otros que existen en el mundo virtual, hay bastante Photoshop en la modelo/avatar digital y poca inteligencia artificial por detrás, más bien se tratan de estrategias publicitarias y marketing de alguna empresa o agencia. Aunque esa penumbra de duda e ilusión puedan gustar a sus seguidores que no quieren estropear su fantasía con la realidad…

Para profundizar, hagamos antes un flash back y análisis de la cinematografía más reciente relacionada con la Inteligencia Artificial y la influencia en los humanos. ¡Atentos que hay spoilers!:

–          Película Her de Spike Jonse: Un hombre que se enamora de una especie de sistema operativo que analiza sus carencias, estados de humor, entonación y crea un vínculo que parece único, lleno de afinidades que los humanos lo podríamos categorizar como amor platónico. El amor intelectual e imaginario que lleva el nombre del gran filósofo, este que se siente con la cabeza y que lo visualizamos como si de una película se tratara, pero que solo existe en nuestra mente. Todo parece una fantasía llena de experiencias únicas para ambos, hasta que el protagonista se queda frustrado al darse cuenta, en una de las míticas escenas de su rutinaria y solitaria vida entre las multitudes del metro, que el sistema le es “infiel” y que miles de hombres están enganchados a la misma experiencia. Este estado tan especial que le produce la máquina, no es más que una fantasía y una emoción unilateral sentida por él.

–          Serie West World de Jonathan Nolan: Todas las experiencias son posibles en un mundo donde a la vez, los anfitriones robots recopilan las conductas, decisiones y experiencias vividas con los humanos invitados, con el fin de crear patrones y copias de cómo funcionan sus cerebros. El juego de rol entre humanos y robots, nos traslada a nuestras propias reflexiones existenciales o creencias religiosas. ¿Existe un Dios creador que mueve todos los hilos? Si podemos crear a máquinas perfectas que tienen consciencia, por qué no otros “seres o dioses” no nos pueden haber creado como máquinas hechas de carne y hueso y no de fibra o electrónica? (Ya están aquí las impresoras 3D de tejidos humanos) ¿Y si el arca de Noé, fuera un laboratorio lleno de embriones fecundados de distintas especies? Cuantas dudas existenciales en tan solo 2 temporadas…

El año pasado tuve la oportunidad de asistir en el Open Innovations, organizado por la Fundación Skolkovo en Moscú, una rueda de prensa de la robot Sophia, la humanoide creada por Hanson Robotics, que hasta dispone de nacionalidad reconocida por Arabia Saudí. Su perfil en Instagram, seguramente actualizado por la empresa, muestra su fascinante día a día. Una de sus últimas experiencias se centra en cómo los agentes de Inteligencia Artificial pueden comunicar amor incondicional a los humanos a través de la meditación. Sin duda fue impresionante ver sus 62 tipos de expresiones faciales o como contestaba razonando a las preguntas de la audiencia, aunque debo admitir:  no me fue capaz de emocionar con sus respuestas ni transmitir ninguna vibración o energía transcendental… Sin embargo, hay que reconocer que es un gran avance en el ámbito del aprendizaje de las máquinas y en la humanización visual de las mismas. Su inteligencia artificial y nivel intelectual en aquel entonces, se situaba en el de un niño de 5-7 años de edad. En cuanto a la pregunta: ¿Nos podrá influenciar un robot? Mi respuesta es sí. Siempre y cuando nos transmitan ideas o conceptos razonados que nos hagan reflexionar o emocionarnos. La combinación y equilibrio entre razón y emoción son los dos pilares capaces de impactar y crear a la vez una influencia en los humanos. Sea una influencia positiva o negativa.

Como todos los caminos disponibles en la vida, así como nuestra capacidad de decidir cuál tomar, cabe a cada uno reflexionar si incorporar esta influencia a su disco duro humano o no. En cuanto a las preguntas realizadas al científico creador del robot Sophia, el Dr. Ben Goertzel, recuerdo: ¿Las máquinas son buenas o malas? ¿Habrá un apocalipsis y nos destruirán? Su respuesta fue rotunda: todo dependerá de lo que les enseñemos y del uso que hagamos de ellas. Para no ser alarmistas, creo que es mejor pensar en los robots creados para enseñar a los niños o asistir a las personas mayores, los robots diseñados para recuperar y destruir minas antipersonas, los sistemas de inteligencia artificial para optimizar los procesos industriales… seamos positivos y sobre todo, seamos influencers positivos para las máquinas y para nuestra sociedad.

Rafaela Almeida
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma

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